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Gastón Acurio, de los sanguches de jamón a la cima de cocina latinoamericana

El chef Gastón Acurio, de quien se dice que algún día podría ser presidente de Perú, asegura a Efe que en otra vida seguiría siendo cocinero pero que también buscaría otro equilibrio entre vida profesional y personal.

Actualizado:
Jueves, Octubre 27, 2016 - 07:04
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Empezó a sumergirse entre pucheros al descubrir que su madre no cocinaba. A partir de ahí, con siete años, comenzó a prepararse sus propios menús y hoy es uno de los chefs más importantes de América Latina.

"Desde niño, todo lo que tenía relación con la cocina me emocionaba de forma distinta a todo lo demás", rememora Gastón desde su Lima natal a través de una conversación por correo electrónico.

Como un cuento, el cocinero recuerda su infancia, cuando iba a un restaurante con su familia "y todo se llenaba de luz y color" dentro de él: "me acuerdo de cada plato, cada instante, de cada detalle como otros se acordarán del primer amor de verano".

Habla con pasión de las visitas al mercado con su madre, cuando la conversación de ésta con la señora del puesto de verduras "era como música para los oídos"; confiesa alegre que prefería "mil veces" usar el dinero que le daban sus padres "en un pollo asado que en golosinas", y que su bicicleta "no conducía a la cancha de fútbol sino a la fonda de sanguches de jamón".

Con 40 restaurantes de comida peruana en 12 países diferentes, Acurio señala que la comida ha significado "una oportunidad para romper con una imagen errada de un Perú solo conocido por sus materias primas o por su fascinante patrimonio arqueológico".

"Es contarle al mundo que el Perú es la sociedad más multicultural del planeta, que en la cocina pudimos demostrarle al mundo lo que podemos hacer los seres humanos cuando celebramos nuestras diferencias sin temor y las convertimos en algo nuevo y único en donde todos se sienten representados".

Considera que, además, la cocina es un valor añadido para el turismo peruano, que sirve para promover los productos nacionales y "el talento peruano hacia el mundo", acercando "a los peruanos en un sentido de orgullo y seguridad en lo propio".

Mucho antes de ser nombrado empresario del año en 2005 por la revista América Economía, Acurio, convencido por su familia del "absurdo sueño de ser cocinero", comenzó en Madrid estudios de Derecho, que no tardaría en abandonar para dedicarse a su gran pasión.

"Me voy a Madrid a convertirme en el peor y más triste abogado de la historia", comienza, para explicar que "una tarde luego de tres años de sufrimiento" se armó "de valor" y dejó la facultad con la correspondiente matriculación en una escuela de hostelería en la que se convenció de ser cocinero.

Tardaría dos años en confesar "el delito" a sus padres, para transmitirles que formaba parte ya de "la profesión más bonita del mundo", según asegura orgulloso, porque "consiste en hacer felices a los demás con lo que uno hace".

Solo cuestiona su amor a la cocina cuando habla de su vida personal, momento en el que reconoce que echa de menos "otro equilibrio" en su vida, porque "llega la familia y uno debe decidir qué es lo más importante". "El cocinero apasionado suele creer que primero es la cocina y luego la familia. No es así, primero es la familia y luego la cocina", dice.

Consciente del poder que tiene la cocina a nivel mundial y el peso que han ganado los chefs en el imaginario colectivo durante los últimos años, opina que dándole valor "América Latina tiene todo para ser la región más seductora del mundo".

"La gastronomía es una muestra de una región rica y creadora que tiene en su cocina argumentos para lograr ese objetivo: las cocinas de América Latina seduciendo al mundo", apostilla.

Acurio, limeño por nacimiento y residencia, pasó parte de su juventud en España y tiene claro que "América Latina y la Península Ibérica deben estar unidas por siempre" y que, para ello, "debemos empezar a definir una agenda de manera que nos ayudemos mutuamente allí cuando nos necesitemos por diferentes motivos".

"El éxito de América Latina es el crecimiento de España y viceversa", subraya para ejemplificar que "hoy Perú recibe miles de jóvenes españoles que vienen a esta tierra en busca de un futuro" tal como hicieron en su momento compatriotas suyos "cuando en Perú no había las oportunidades que hay hoy".

Al respecto, asegura que estos son recibidos "siempre con los brazos abiertos" e insiste en que "en el futuro, las barreras entre la Península y América Latina para que unos u otros puedan ir y venir deben derribarse": "entre amigos, aliados y hermanos no debe haber barreras, solo abrazos", concluye.

Según Acurio, los latinoamericanos "ya no sueñan con irse a Europa" y hoy saben que es posible "construir una Iberoamérica próspera para todos y lo que toca es recuperar la confianza en el futuro más que asegurarnos el día a día con el miedo a la fatalidad de malos gobiernos".