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Gobierno aseguró que el país debe y puede subir sus impuestos al 20%

Las declaraciones del presidente Juan Manuel Santos se dieron en el marco del premio 'Empresario del Año 2015'.

Actualizado:
Martes, Febrero 23, 2016 - 21:24

Así lo indicó el presidente de la República, Juan Manuel Santos, quien comentó que en Colombia hoy se paga un porcentaje de impuestos mucho menor al de América Latina frente al tamaño de su economía, alrededor del 15 por ciento.


 


El mandatario señaló que el problema del sistema tributario es que "muy pocos pagan demasiado, y demasiados que deberían pagar, no pagan. Entonces tenemos que construir un sistema más equitativo".


 


El presidente también señaló que a las empresas que ya vienen pagando todos sus impuestos, que contribuyen con su esfuerzo al desarrollo nacional, les envía un mensaje de tranquilidad; "su carga tributaria no debe aumentar. Inclusive, lo más seguro es que baje".


 


"Lo que necesitamos es ampliar la base de contribuyentes, incluyendo por ejemplo a muchas entidades sin ánimo de lucro que funcionan realmente como empresas. Y, por supuesto, controlar con mayor efectividad la evasión y la elusión", agregó.


 


El mandatario dijo que "lo que se requiere, en el fondo, es simplificar nuestro sistema tributario, que es muy complejo, y construir un sistema saludable, competitivo, diáfano, fácil de interpretar y fácil de pagar".


 


Este es el discurso completo del Jefe de Estado:

 


 


"La semana pasada participé en dos eventos a primera vista diferentes, pero muy complementarios, pues ambos trataban sobre el futuro de Colombia.


 


El primero fue la presentación que hizo el BID sobre una estrategia para convertir a nuestro país en una economía de altos ingresos, con movilidad social, para el año 2030.  Y el segundo fue un conversatorio sobre la paz, sus retos y sus dividendos, con el expresidente de Sudáfrica, y premio nobel de paz, Frederik De Klerk.


 


Hoy, en esta cita anual a la que nos convoca La República para premiar al Mejor Empresario, creo que es pertinente recordar algunas de las conclusiones de estos eventos, que iluminan y orientan el contexto de nuestra realidad cotidiana.


 


Porque en el fondo de eso se trata el esfuerzo de nuestro Gobierno y de los empresarios del país: de construir una Colombia mejor, más próspera, más justa, con oportunidades para todos.


 


Y podemos hacerlo, incluso en las complejas condiciones actuales.


 


Tenemos que ser realistas: vivimos una situación difícil. Estamos pasando por una tormenta. Y nadie pretende tapar el sol con un dedo.


 


La caída en el precio del petróleo ha significado una disminución de los ingresos del Estado de más de 20 billones de pesos.


 


Este año, el petróleo, que generaba el 20 por ciento de los ingresos fiscales, va a tener una contribución de CERO a las finanzas públicas.


 


Por otro lado, tenemos la devaluación y el Fenómeno de El Niño que han afectado la inflación, la cual excedió el año pasado la franja objetivo del Banco de la República, que con mucho éxito pusimos en marcha hace 15 años.


 


Nuestros vecinos y la región están en crisis; la economía china se desaceleró; el espectro de una recesión vuelve a rondar por Europa; Japón tuvo nuevamente crecimiento negativo, y la recuperación de Estados Unidos no ha sido tan fuerte como se esperaba.


 


¿Y qué hemos hecho? Lo que debe hacer cualquier gobierno responsable: reaccionar en forma oportuna y tomar las medidas –difíciles, impopulares, pero necesarias– para buscar el equilibrio entre el crecimiento de la economía y el empleo, y la necesidad de recortar gastos para que la situación fiscal no se salga de control.


 


Eso –señores empresarios– es lo que hemos hecho.


 


El Banco de la República ha venido subiendo gradualmente las tasas de interés para revertir la tendencia inflacionaria y colocarla de nuevo dentro de la franja para el año entrante. Y así va a suceder cuando queden superados los efectos de la devaluación y de El Niño.


 


Hemos estado de acuerdo con estas alzas, si bien siempre abogamos para que no se hagan de forma demasiado drástica, para no afectar el crecimiento.


 


Al mismo tiempo, nos hemos apretado el cinturón –y de qué forma–, con recortes muy fuertes en gastos e inversiones. El año pasado terminamos haciendo recortes por 9 billones de pesos.


 


Presentamos un presupuesto para este año inferior al del año pasado, y a este presupuesto ayer le decretamos un recorte de 6 billones de pesos adicionales.


 


Y estamos preparados para hacer los recortes que sean necesarios para cumplir con la regla fiscal que nos autoimpusimos en un acto de responsabilidad, de forma que cumplamos la meta de tener un déficit este año no mayor al 3,6 por ciento del PIB.


 


¿Y por qué? Porque nuestra prioridad es mantener la CONFIANZA en el futuro de nuestra economía.


 


Ese es un principio fundamental que informa todas nuestras acciones. ¡Si perdemos la confianza, se nos cae el andamio!


 


Por eso –precisamente–, desde el comienzo del Gobierno, incluimos en la Constitución el concepto de responsabilidad fiscal, con el argumento de que las crisis económicas son las que más vulneran los derechos de los ciudadanos.


 


Ningún gobierno, en 200 años de vida republicana, había hecho algo similar.


 


Esa es una de las razones por las cuales los analistas y los organismos internacionales nos señalan como ejemplo.


 


Así que mi primer mensaje hoy, señores empresarios, es que en el Gobierno sabemos perfectamente para dónde vamos.


 


Como marino que fui, uso mucho la figura de que hay que tener claro el puerto de destino. ¡Y lo tenemos!


 


Nuestro puerto de destino es mantener la confianza en la economía para atravesar las tormentas de la mejor forma posible y, sobre todo, que no perdamos el rumbo.


 


Y hay buenos motivos para ser optimistas sobre el futuro, lo que me lleva al tema del primer evento al que me referí antes: el que convocó el BID para presentar una ruta hacia la Colombia del año 2030.


 


De acuerdo con el BID, es posible lograr, en menos de 15 años, tener un país mucho más equitativo y más próspero.


 


Podemos ponernos a la altura de economías europeas como España o Portugal, porque tenemos todo a nuestro favor.


 


¿Qué se requiere para lograr esto? Antes que nada, LA PAZ; quitarnos ese lastre pesado, ese freno de mano que nos retrasó por más de 50 años.


 


Y también se requiere un gran esfuerzo nacional; un consenso entre el Estado, el sector privado y la sociedad para invertir decididamente en educación, en innovación, en agroindustria y biotecnología, en infraestructura y logística.


 


Si lo hacemos, podemos pasar de crecer entre el 3 y el 4 por ciento a un crecimiento sostenido alrededor del 6 por ciento, que es el que nos permitirá dar ese salto hacia el desarrollo.


 


¿Y de dónde saldrán los mayores recursos para lograr el nivel de inversión que se requiere para lograr este cambio?


 


La receta para obtenerlos es clara –y en esa dirección es en la que estamos avanzando–: mejorar el recaudo tributario, controlar el gasto público innecesario, priorizar la inversión productiva y diversificar nuestra economía.


 


En cuanto a los impuestos, tenemos que hablar con toda franqueza: en Colombia hoy se paga un porcentaje de impuestos mucho menor al de América Latina frente al tamaño de su economía, alrededor del 15 por ciento. Y podemos y debemos subir a un nivel cercano al 20 por ciento.


 


El problema de nuestro sistema tributario es que muy pocos pagan demasiado, y demasiados –que deberían pagar– no pagan. Entonces tenemos que construir un sistema más equitativo.


 


A las empresas que ya vienen pagando todos sus impuestos, que contribuyen con su esfuerzo al desarrollo nacional, les digo que pueden estar tranquilas: su carga tributaria no debe aumentar. Inclusive, lo más seguro es que baje.


 


Lo que necesitamos es ampliar la base de contribuyentes, incluyendo por ejemplo a muchas entidades sin ánimo de lucro que funcionan realmente como empresas. Y, por supuesto, controlar con mayor efectividad la evasión y la elusión.


 


Lo que se requiere, en el fondo, es simplificar nuestro sistema tributario, que es muy complejo, y construir un sistema saludable, competitivo, diáfano, fácil de interpretar y fácil de pagar.


 


En esa dirección es que estamos estudiando la reforma tributaria integral que presentaremos al Congreso en el segundo semestre, y para la cual contamos con insumos muy importantes, como los estudios preparados por la Comisión de Expertos, por la OCDE, por el BID y el FMI.


 


No la vamos a presentar a la carrera. Queremos recibir los aportes y comentarios del empresariado, de los trabajadores, de los académicos, para lograr un sistema tributario que verdaderamente nos ayude a construir ese futuro de que hablamos.


 


En cuanto al gasto público, ya me referí a la forma en que el Estado se está apretando el cinturón, pero no lo hacemos de cualquier manera sino siguiendo un principio al que hemos llamado “austeridad inteligente”.


 


¿Qué busca la austeridad inteligente? Recortar o aplazar gastos o inversiones, pero proteger, a la vez, a los más necesitados y a las inversiones más productivas.


 


En esa dirección, estamos tratando de recortar lo mínimo los programas de inclusión social –que sacan cada día más colombianos de la pobreza–.


 


Y también procuramos mantener las inversiones en sectores clave para mantener el ritmo de la economía y seguir generando empleo, como la vivienda, la infraestructura y la educación, incluyendo la infraestructura educativa.


 


Lo que estamos haciendo con las concesiones viales de cuarta generación es una verdadera revolución en el país, y las obras ya comienzan a verse por todo el territorio. Algo similar ocurre con la vivienda. Y todo esto jalona muchas industrias alrededor.


 


El año pasado batimos récord en área de construcción licenciada, que casi alcanza los 27 milllones de metros cuadrados. Y este año va a ser mejor. La producción de concreto y de otros materiales de construcción va disparada.


 


Y todo esto repercute en la industria en general.


 


Después de varios meses de crecimiento negativo, la industria completó en diciembre –cuando creció un 3,9 por ciento frente al mismo mes del año anterior– siete meses consecutivos en alza.


 


Y tenemos razones para esperar que este año crezca alrededor del 7 y medio por ciento.


 


Pero hay otras buenas señales… Según informó hoy la prensa, en lo corrido del año, la Bolsa de Valores de Colombia es la que más ha subido frente a las principales bolsas del mundo.


 


Ayer me llamó el Presidente del Citibank, Michael Corbat, y me dijo que el retiro del negocio de la banca personal en Colombia –como lo han hecho ya en otros varios países– obedece a una decisión estratégica, pero que el Citi seguirá no sólo con la banca corporativa sino aumentando sus inversiones en nuestro país, porque están seguros de que Colombia tiene un gran futuro.


 


Y para darles solo otro ejemplo, de los muchos empresarios con que me reúno, la semana pasada vino el CEO de John Deere, la gran compañía de maquinaria agrícola, y me anunció que iban a dar una gran importancia a Colombia en sus planes estratégicos, por nuestro enorme potencial en el campo de la agroindustria.


 


Por otro lado, a comienzos de mayo Turkish Airlines inaugura su vuelo entre Estambul y Bogotá. Y ayer el presidente de Air Europa anunció que esta aerolínea abrirá vuelos diarios entre Madrid y Bogotá, y que tienen planes para una ruta Madrid-Cartagena.


 


¡Esta –señoras y señores– no es una economía enferma!


 


Lo que vemos es una economía que –gracias a una mezcla de políticas focalizadas y prudentes y al empuje de sus empresarios– resiste los embates del entorno internacional, y se prepara para seguir creciendo.


 


En las últimas semanas me reuní con el presidente del Banco Mundial y con la presidenta del Fondo Monetario Internacional. Ambos coincidieron en ponderar el manejo económico del país en estos tiempos complejos.


 


Y coinciden también en señalar que Colombia seguirá creciendo este año, como ocurrió el año pasado y el antepasado, por encima de las mayores economías de América Latina.


 


Muchos señalan, con alarma, la rebaja en la perspectiva de la calificación crediticia que hizo recientemente la calificadora Standard & Poor’s, pero olvidan que la misma calificadora mantuvo la calificación actual –que es triple B, dos puntos por encima del grado de inversión–.


 


Es decir, la calificación de nuestra deuda actual sigue incólume.


 


Lo que hace esta calificadora es tocar una campana sobre los riesgos que existen hacia el futuro, para que los atendamos y no permitamos que afecten la confianza en el país. Para que hagamos la reforma tributaria.


 


Y claro que atendemos la alerta –somos conscientes de las dificultades y de los desafíos–, y a eso apuntan, precisamente, las medidas que estamos tomando.


 


Otro factor necesario para alcanzar esa economía de altos ingresos en el 2030 es que tengamos una economía cada vez más productiva y diversificada.


 


Parece paradójico pero creo que –en el fondo– debemos agradecer la caída de los precios del petróleo pues nuestros ingresos estaban demasiado dependientes de un solo producto.


 


A lo que nos obliga esta situación es a poner nuestras fichas en otros sectores exportadores –que además se están beneficiando del alto precio de dólar–, y eso es lo que estamos haciendo, aprovechando nuestro acceso preferencial a mercados que representan 1.500 millones de consumidores.


 


Las exportaciones de café batieron récord en enero. Este sector –que representa a unas 500 mil familias del país– pasa por un momento muy positivo y es un gran dinamizador de la economía. Lo mismo sucede con el cacao y el banano.


 


La crisis del petróleo –como toda crisis– trae oportunidades, y por eso invito a los industriales, a los productores agrarios, a los exportadores de servicios, a los integrantes del sector turismo, a que aprovechen el momento para crecer y conquistar mercados.


 


¿Podremos ser una economía de altos ingresos para el año 2030?


 


La respuesta es SÍ. Otros países, en su momento, lograron saltos similares, como España o Corea del Sur, para dar solo dos ejemplos.


 


¡Nosotros también podemos! Y para esto necesitamos el concurso, el trabajo conjunto de todos, absolutamente todos los colombianos, porque debe ser un objetivo nacional.


 


Por supuesto, para lograrlo, tenemos que soltar el lastre y quitar el freno de mano. ¡TENEMOS QUE LOGRAR LA PAZ!


 


Y esto me lleva a la interesante conversación pública que tuvimos con el presidente De Klerk.


 


Yo le preguntaba por qué es tan difícil hacer la paz, y él me dijo algo que es muy cierto y que se ve actualmente en nuestro país: parece increíble, pero mucha gente le tiene miedo a la paz, le tiene miedo al cambio, a lo desconocido, porque no está segura de cómo puede afectar su situación personal.


 


Ese es nuestro mayor desafío para estos días: lograr que la mayoría de los colombianos le perdamos el miedo a la paz.


 


Y la forma de lograrlo es –primero– dar la tranquilidad de que lo que se acuerda en La Habana son reformas que no alteran nuestro sistema político o económico. Y así es.


 


Por el contrario, van en la dirección de lograr una mayor equidad, mayor calidad de vida para la gente en el campo y una ampliación positiva de nuestra democracia.


 


Lo otro que debemos entender son los beneficios, los dividendos, de tener, por fin, un país normal, sin un conflicto armado que nos diferencie del resto de las naciones, donde la violencia no sea un factor que aleje inversionistas y turistas.


 


De Klerk me decía que en Sudáfrica, luego del acuerdo de paz, la economía se triplicó en 20 años.


 


Y algo así puede ocurrir en Colombia. Según un análisis muy juicioso que hizo Planeación Nacional, el dividendo de la paz se encuentra entre 1,1 y 1,9 puntos porcentuales de mayor crecimiento económico, lo que nos llevaría en los próximos años a ese crecimiento del 6 por ciento que requerimos para dar el salto al desarrollo. Otros estudios independientes dicen lo mismo.


 


Con paz, la tasa de inversión que hoy es del 30 por ciento del PIB podría subir en más de 5 puntos, para llegar a un 35 por ciento del PIB en el largo plazo. ¿Se imaginan?


 


Eso es lo que nos permitirá mantener las grandes inversiones en vías, en puertos y aeropuertos; en colegios; en hospitales; en apoyo a la innovación; en mejorar nuestra productividad; en mayor presencia del Estado en las zonas más alejadas y afectadas por el conflicto.


 


Muchos hablan de “los costos de la paz”. Yo no creo que lo que invirtamos en el posconflicto sea costo sino inversión, una inversión de grandes réditos en nuestro campo y en nuestra democracia que tenemos aplazada desde hace mucho tiempo.


 


Y vuelvo a las palabras de experiencia de De Klerk… Y lo cito, casi textualmente:


 


No hay ningún beneficio que dejen la guerra y la violencia. La paz, en cambio, sienta los cimientos para que los jóvenes cumplan su mayor potencial; la paz, inclusive, mejora muchísimo las relaciones con el mundo.


 


Así que hoy los invito a que le perdamos el miedo a la paz, y nos comprometamos –todos– con esta nueva Colombia, esta Colombia posible que estamos construyendo.


 


Y hablando de construir, qué bueno poder decir estas palabras a un acto que premia a un hombre que ha sido un constructor de progreso, un generador de movilidad social, un símbolo de ÉXITO, esa marca tan querida que lleva su impronta: Carlos Mario Giraldo.


 


¡Qué acertada elección que han hecho!


 


Carlos Mario, desde el Grupo Éxito, nos muestra todos los valores positivos que un empresario puede tener: visión, compromiso con el cliente y con sus trabajadores, y compromiso con el país.


 


No tengo que mencionar cifras y datos de su desempeño gerencial. Baste decir que ha convertido al Grupo en una verdadera Multilatina, y ha logrado consolidar ventas que superan los 10 billones de pesos al año, solo en Colombia.


 


Pero lo que yo más quiero destacar en Carlos Mario es su talante humano; su contribución a las causas positivas, como el trabajo por la primera infancia, donde ha sido un aliado inmejorable de la estrategia De Cero a Siempre –mi señora lo considera su mejor aliado–; y su vocación para generar empleo estable y digno para más de 40 mil colombianos.


 


Carlos Mario –como tantos otros dirigentes empresariales antioqueños que llevan en su ADN la impronta que dejó nuestro recordado Nicanor Restrepo– es ejemplo del valor del optimismo, y del trabajo honesto y solidario por Colombia.


 


Y valga resaltar que su antecesor, Gonzalo Restrepo, quien también fue Empresario del Año, nos acompaña ahora, con patriotismo y entusiasmo, en el equipo negociador en La Habana, algo que –sin duda– debe dar tranquilidad al sector privado sobre lo que allá se está acordando.


 


Apreciado Carlos Mario: ¡muchas felicitaciones y muchas gracias por su aporte al país!


 


Y déjenme concluir recordando una vez más –porque ahora es más pertinente que nunca– una frase de Nicanor Restrepo que cité el año pasado, y que nos sirve para motivarnos a no claudicar en la conquista de un mejor futuro para Colombia.


 


Escribió Nicanor en El Colombiano:


 


“Esta oportunidad de poner fin al conflicto interno por medio de una negociación política (…) hay que cuidarla y preservarla con especial persistencia para evitar ser condenados a soportar de nuevo cientos de miles de muertos y a sacrificar las oportunidades de crecimiento humano y económico”.


 


Muchas gracias".


Fuente:
Sistema Integrado Digital