Una mujer de línea dura se convierte en la primera líder de Japón en la historia
Takaichi es apodada como "la dama de hierro" por sus posturas firmes como el rechazo al matrimonio igualitario.

El Parlamento japonés eligió este martes a Sanae Takaichi como la primera mujer primera ministra del país, un hecho histórico para una nación donde la política y los espacios de poder han estado tradicionalmente dominados por hombres mayores. La conservadora de línea dura asume el cargo en un contexto de crisis económica, división política y creciente desconfianza pública, apenas unos días antes de la visita oficial del presidente estadounidense Donald Trump.
Takaichi, de 63 años, fue elegida a principios de octubre como líder del Partido Liberal Democrático (PLD) —una formación que, pese a su nombre, es marcadamente conservadora— tras imponerse a candidatos más moderados. Su ascenso marca un giro a la derecha del partido, golpeado por escándalos financieros y sucesivas derrotas electorales que provocaron la pérdida de su mayoría parlamentaria bajo el ex primer ministro Shigeru Ishiba.
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Su llegada al poder se produce tras una maniobra política delicada: tras la ruptura del PLD con su histórico socio Komeito, Takaichi logró sellar una nueva alianza con el opositor Nippon Ishin (Partido de Innovación de Japón), una agrupación nacionalista que comparte parte de su agenda conservadora. El acuerdo incluye reducir en un 10 % el número de legisladores y fortalecer los controles migratorios, además de apoyar la propuesta de convertir Osaka en la segunda capital del país.
Takaichi, conocida en Japón como la “Dama de Hierro”, ha sido una figura polarizadora. Sus posturas firmes —que incluyen el rechazo al matrimonio igualitario, la oposición a permitir apellidos separados entre cónyuges y la defensa de una revisión de la constitución pacifista— han despertado entusiasmo entre los sectores más conservadores, pero preocupación entre los centristas y liberales. También ha sido criticada por visitar con frecuencia el santuario Yasukuni, donde se honra a condenados por crímenes de guerra, un gesto que podría tensar aún más las relaciones diplomáticas con China y Corea del Sur.
En el plano económico, la nueva primera ministra hereda un país golpeado por la inflación, el encarecimiento del costo de vida y un estancamiento salarial crónico. Uno de sus primeros desafíos será contener el precio de los alimentos básicos, como el arroz, cuyo costo casi se ha duplicado en el último año. Su plan económico —basado en un aumento del gasto público y recortes tributarios— ha generado inquietud entre economistas que temen un incremento de la deuda nacional.
A estos retos se suman la caída de la natalidad, el envejecimiento poblacional y la reducción de la fuerza laboral, problemas estructurales que han puesto en jaque la sostenibilidad del sistema de bienestar japonés. Además, la mandataria deberá gestionar una creciente resistencia social hacia la inmigración masiva, un tema que divide a la sociedad japonesa y tensiona su discurso nacionalista.
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En el frente exterior, Takaichi enfrentará la presión de la administración Trump y sus aranceles a las exportaciones asiáticas, que han sacudido las economías de la región desde comienzos de año. Analistas consideran que su visión dura hacia China y su énfasis en la seguridad nacional podrían alterar el equilibrio diplomático del noreste asiático.
Con cuatro primeros ministros en apenas cinco años, la política japonesa ha sufrido una rotación constante en el poder. En ese escenario, Sanae Takaichi llega con la tarea monumental de restaurar la confianza ciudadana y demostrar que su elección no es solo un símbolo histórico, sino el inicio de un liderazgo capaz de estabilizar a Japón en uno de los momentos más inciertos de su historia reciente.