Daniel Sancho pasa su primer cumpleaños encerrado tras condena por asesinar a Edwin Arrieta
Su equipo legal continúa trabajando para la apelación al fallo de cadena perpetua por el asesinato del colombiano Edwin Arrieta

Daniel Sancho no pensaba hace algún tiempo que su cumpleaños número 31 lo pasaría encerrado de por vida en una alejada cárcel de Tailandia. En agosto de 2024 el joven español fue condenado a cadena perpetua tras ser hallado culpable de asesinato y ocultamiento de pruebas en un caso relacionado con el cirujano colombiano Edwin Arrieta.
Lejos del calor familiar y de cualquier tipo de celebración, la jornada de Sancho transcurre bajo las severas normas del sistema penitenciario tailandés. El centro donde cumple condena alberga a más de 5.400 reclusos, pese a tener una capacidad muy inferior. El hacinamiento, las limitaciones de comunicación y las barreras culturales marcan el día a día del joven, cuya rutina se ha vuelto profundamente austera y solitaria.
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Según el reglamento interno, no existen concesiones especiales por cumpleaños, lo que significa que el 11 de junio para Sancho será un día como cualquier otro: los internos deben abandonar sus celdas a las 6:50 de la mañana para someterse a un conteo entre himnos nacionales, rezos budistas y la lectura obligatoria de las normas del centro. Por la tarde, otro recuento y oración marcan el regreso a las celdas, donde no hay acceso a internet ni a medios de comunicación.
El traslado de Sancho a Surat Thani, tras su condena formal en la Corte de Koh Samui, endureció de forma notable sus condiciones de vida. Mientras estuvo en la prisión de Samui, el hijo del actor Rodolfo Sancho pudo contar con la presencia casi diaria de sus padres, abogados e incluso personal del consulado español. En cambio, en Surat Thani solo puede recibir una visita presencial semanal y realizar dos videollamadas breves, todo ello bajo estricta supervisión.
A esta nueva realidad se suma su condición de extranjero, que le ha hecho vivir —según fuentes cercanas— un trato diferenciado y mayor aislamiento. Sancho convive con apenas tres reclusos occidentales, lo que limita sus posibilidades de socialización, al tiempo que las actividades de reinserción laboral, habituales para presos tailandeses, no están disponibles para extranjeros. Para sobrellevar el encierro, el joven ha recurrido al ejercicio físico y la lectura, únicas distracciones posibles en un entorno que apenas ofrece alternativas.
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El día de su cumpleaños no será la excepción. La única diferencia podría ser la llegada de algún mensaje o pequeño paquete familiar —siempre que haya sido previamente autorizado por la administración del penal—. Las llamadas y la visita, en caso de coincidir con la fecha, serán su único nexo con el exterior.
Mientras tanto, su equipo legal sigue trabajando en la apelación del fallo, aunque los plazos judiciales tailandeses son lentos y sometidos a revisión continua. Las gestiones diplomáticas por parte de la embajada española se mantienen activas, aunque las autoridades tailandesas han endurecido el protocolo para cualquier contacto con el recluso, conscientes del interés mediático que continúa generando el caso Sancho-Arrieta.