México se ha convertido en uno de los destinos más visitados entre finales de octubre y comienzos de noviembre gracias a la celebración del Día de Muertos, momento en el que el copal, las flores de cempasúchil, el papel picado y los sabores tradicionales se mezclan con procesiones y rituales llenos de simbolismo.
En estas fiestas se celebra la vida y se honra la memoria de quienes ya partieron.
Destinos como Ciudad de México, Oaxaca y Puebla se han consolidado como escenarios preferidos por turistas y viajeros que buscan adentrarse en la tradición con autenticidad y vida nocturna.
Ciudad de México
En el caso de Ciudad de México, la experiencia inicia en el Museo Anáhuacalli, un espacio creado por Diego Rivera y construido en piedra volcánica.
Este recinto se ha convertido en un tributo a la vida y la muerte, presentado como un altar monumental dedicado al artista mexicano. Quienes aprecian la obra de Rivera pueden visitar las bóvedas donde se exhiben ofrendas y piezas arqueológicas entre flores de cempasúchil y copal.

Luego, Xochimilco se transforma en el escenario donde las trajineras exaltan la tradición mexicana con recorridos por los canales al ritmo de leyendas, acompañados de tamales, chocolate caliente y pan de muerto.
De acuerdo con los guías locales, se recomienda recorrer la capital mexicana durante estas fechas, cuando la música, las historias y el reflejo de las luces sobre el agua permiten sumergirse en el espíritu de esta celebración.
Oaxaca
Oaxaca se ha convertido en el centro de los desfiles y calles llenas de comparsas con música, marionetas gigantes y bailarines que exaltan la ocasión con vestimentas blancas y negras, además de los característicos maquillajes de catrinas.
Los participantes transitan por calles adornadas con papel picado, altares colectivos y tapetes de arena que llenan la ciudad de color, convirtiendo a Oaxaca en un escenario de arte popular y devoción.
Para quienes buscan un evento tradicional, en Etla, un pueblo pintoresco de Oaxaca, se realiza la llamada muerteada, una procesión nocturna con más de 80 años de historia. En ella, los habitantes, vestidos de diablos, curas, doctores y espiritistas, representan con humor y emotividad el regreso de los difuntos al mundo de los vivos.

Puebla
Una de las mejores formas de vivir la tradición es a través del pan de muerto, elemento emblemático en las ofrendas mexicanas, que puede elaborarse en talleres impartidos por locales.
“Mientras se amasa la mezcla de harina, mantequilla, naranja y azahar, se descubren las curiosidades de este panecillo: sus ‘huesitos’ simbolizan los restos de los difuntos, la bolita central representa el cráneo y el azúcar espolvoreada evoca la dulzura de la vida. Al finalizar el taller, cada participante disfruta de su propia creación recién salida del horno, acompañada de una taza de chocolate”, explica Marcos Sánchez, guía experto de Civitatis en Puebla.
Aunque estos son tres de los destinos más destacados, hay otros lugares donde también se vive la festividad con globos de papel que se elevan al cielo con mensajes de despedida, o con festivales de luz y vida que iluminan la noche para guiar el regreso de quienes ya partieron.
“Cada lugar tiene su forma de celebrar, pero todos comparten esa unión profunda entre la vida y la muerte que hace tan única a esta tradición mexicana”, agrega Marcos Sánchez, guía mexicano.