Zulma Guzmán Castro, la empresaria colombiana investigada en el caso de la muerte de dos niñas en Bogotá mediante frambuesas cubiertas de chocolate envenenadas con talio, fue rescatada esta semana del río Támesis, en Londres, tras permanecer prófuga de la justicia colombiana durante varios meses.
El caso, que ha sacudido a Colombia por la brutalidad de los hechos y la presunta premeditación del crimen, volvió a captar atención internacional luego de que el diario británico The Sun, en un reportaje del periodista Mike Sullivan, revelara los detalles de su localización y rescate.
Según la publicación, Guzmán Castro fue encontrada en el agua cerca del puente de Battersea, en el oeste de Londres, durante una operación de emergencia que movilizó a la Unidad de Policía Marítima de la Policía Metropolitana.
Las autoridades recibieron una llamada poco antes de las siete de la mañana alertando sobre una mujer en evidente estado de angustia. Tras ser rescatada, fue trasladada a un hospital, donde los médicos confirmaron que sus lesiones no ponen en riesgo su vida.
Búsqueda internacional tras crimen
Guzmán Castro es señalada por la Fiscalía colombiana de haber enviado, a través de una empresa de mensajería, un postre de frambuesas cubiertas de chocolate contaminadas con talio, un metal pesado incoloro e inodoro altamente letal, incluso en dosis mínimas.
El paquete llegó el 3 de abril, hacia las siete de la noche, a un apartamento de lujo en el norte de Bogotá, propiedad del padre de una de las menores.
De acuerdo con la investigación, las niñas regresaron del colegio y, en un primer momento, rechazaron el envío, al no esperar ninguna entrega. Horas después consumieron el postre.
Poco tiempo más tarde colapsaron y fueron trasladadas de urgencia a la Fundación Santa Fe de Bogotá, donde fallecieron cuatro días después, pese a los esfuerzos médicos.
Los análisis forenses concluyeron que el talio fue inyectado deliberadamente en las frambuesas. El caso no solo dejó dos víctimas mortales. Otra menor sufrió lesiones permanentes, y el hermano de 21 años de una de las niñas también fue hospitalizado tras ingerir el mismo alimento contaminado.
La huida: de Colombia a Europa y al Reino Unido
Tras el envenenamiento, Guzmán Castro abandonó Colombia el 13 de abril. Según el rastreo de las autoridades y lo publicado por The Sun, su ruta incluyó Argentina, Brasil, España y finalmente el Reino Unido, donde logró permanecer varias semanas sin ser capturada.
Las autoridades colombianas solicitaron formalmente su detención y activaron mecanismos de cooperación judicial internacional.
De acuerdo con fuentes citadas por el diario británico, un juez del Westminster Magistrates’ Court emitió recientemente una orden para su arresto con fines de extradición, proceso que se activará una vez sea declarada médicamente apta para comparecer.
Aunque durante algunos días circuló una alerta roja de Interpol, esta fue retirada temporalmente mientras se ajustan los trámites judiciales entre ambos países.
En mensajes difundidos mientras permanecía prófuga, Guzmán Castro negó haber cometido los crímenes. Afirmó que las acusaciones responden a motivos personales y a una supuesta relación sentimental secreta con el padre de una de las víctimas.
“Me encuentro en medio de una situación muy grave, en la que se me acusa de haber enviado un veneno que mató a dos niñas”, escribió. También aseguró que no estaba huyendo, sino trabajando en Argentina y cursando una maestría en periodismo, antes de viajar a España y luego al Reino Unido para reunirse con su hijo.
Estas declaraciones, sin embargo, no han convencido a las autoridades colombianas, que sostienen que la evidencia técnica y forense apunta a una acción planificada.
Por ahora, Guzmán Castro permanece hospitalizada bajo custodia policial. Una vez reciba el alta médica, será presentada ante un juez en Londres para iniciar el proceso de extradición a Colombia, donde enfrenta cargos que podrían derivar en una de las condenas más severas de los últimos años.
El caso de las frambuesas envenenadas no solo ha estremecido a Colombia, sino que se ha convertido en un ejemplo extremo de cómo un crimen doméstico puede transformarse en una cacería judicial internacional, con víctimas cuya memoria sigue exigiendo verdad y justicia.
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