La Guardia Suiza: el ejército más pequeño y temible del mundo que custodia el Vaticano
Actualmente hay 135 miembros de la guardia, todos suizos y menores de 30 años

Treinta jóvenes suizos, católicos, con edades entre los 19 y los 30 años, habían llegado al Vaticano con la esperanza de vivir uno de los días más importantes de sus vidas: el juramento como nuevos miembros de la Guardia Suiza Pontificia, el cuerpo militar más pequeño y antiguo del mundo, encargado de proteger al Papa. Sin embargo, la muerte del Papa Francisco el pasado 21 de abril ha obligado a posponer la ceremonia que debía celebrarse este 6 de mayo, una fecha simbólica que conmemora el Saqueo de Roma de 1527, cuando 147 de los 189 guardias murieron defendiendo al Papa Clemente VII.
Por ahora, la ceremonia se traslada al próximo otoño, sin fecha definida, mientras los nuevos reclutas esperan su turno. En tanto, los miembros activos de la Guardia Suiza continúan desempeñando un papel clave en la seguridad del Vaticano, especialmente durante el delicado periodo de sede vacante en el que se encuentra la Santa Sede, bajo la dirección del camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrell, hasta la elección del próximo Pontífice.
Desde este martes, 133 cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina para iniciar el cónclave que elegirá al nuevo Papa, en un clima de gran expectación y diversidad entre los electores. La Guardia Suiza ha reforzado su presencia y, como establece el protocolo, el coronel y un mayor del cuerpo han jurado confidencialidad absoluta sobre todo lo que escuchen o presencien durante el proceso. Revelar cualquier información supondría la excomunión inmediata.
Fundada en 1506 por el Papa Julio II, la Guardia Suiza mantiene una tradición ininterrumpida de más de cinco siglos. Sus integrantes deben ser varones suizos, católicos practicantes, solteros, con al menos 1,74 metros de estatura y haber completado su formación militar básica en Suiza. Su entrenamiento incluye formación en técnicas antiterroristas junto a las fuerzas especiales suizas, y su país de origen cubre la mitad del coste de esta preparación.
Más allá de su función ceremonial, que incluye el uso del vistoso uniforme renacentista de gala —compuesto por 150 piezas y confeccionado durante 40 horas por un sastre vaticano—, la Guardia Suiza es una fuerza disciplinada y altamente entrenada. En sus funciones más discretas, visten un sobrio traje negro con el que viajan acompañando al Papa como guardaespaldas en sus desplazamientos oficiales.
Su historia moderna también cuenta con episodios oscuros, como el atentado de Ali Agca en 1981 contra Juan Pablo II, que reveló vulnerabilidades en la seguridad papal. Desde entonces, su número se ha incrementado —pasando de 110 a 135 efectivos en 2015— y su preparación ha evolucionado hacia estándares más modernos.
Según José Manuel Rodríguez García, profesor de Historia Medieval en la UNED, los orígenes de esta guardia personal se remontan a la reputación de los mercenarios suizos en los siglos XIV y XV como “piqueros y alabarderos de élite, famosos por su disciplina táctica y fortaleza física”, dijo al diario El Mundo. El Papado de entonces, con escaso poder territorial, necesitaba fuerzas leales que sólo respondieran al Papa, en una época en la que actuaba más como un señor feudal que como líder espiritual.
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Aunque ya no combaten en los campos de batalla, la Guardia Suiza conserva su esencia como símbolo de fidelidad, historia y solemnidad al servicio del sucesor de San Pedro. Mientras el mundo observa expectante el desarrollo del cónclave, estos soldados siguen vigilando en silencio, fieles a su promesa de defender al Papa incluso a costa de sus vidas.