Óscar Gutiérrez no se ha movido del andén frente al Instituto de Medicina Legal, en el norte del Valle de Aburrá. Las horas pasan lentas, casi inmóviles, mientras él espera una llamada que aún no llega. No pregunta, no insiste. Solo aguarda el momento en que le entreguen el cuerpo de su nieta, Valeria López Posada, para despedirla como la familia cree que ella merece: con amor, dignidad y silencio.
El rostro de Óscar refleja un cansancio que no es físico. Es el peso de una tragedia que aún no logra asimilar. Valeria era su nieta mayor, una joven alegre, cercana, de esas que nunca se van del todo de la casa porque siempre están presentes en la vida de todos. Hoy, ese mismo abuelo permanece firme, aferrado a la esperanza de abrazarla una última vez.
Las horas posteriores al accidente han sido, para él y su familia, una mezcla de incredulidad, dolor y preguntas sin respuesta. Óscar recuerda cada llamada, cada mensaje, cada palabra que Valeria alcanzó a decir antes de que el viaje se interrumpiera para siempre en una carretera del nordeste antioqueño.
“Muy horribles, el dolor es inmenso”, dice, con la voz quebrada. Y luego hace una advertencia que no nace del rencor, sino del sufrimiento. Cuenta que durante el trayecto, el bus en el que se movilizaban los estudiantes presentó fallas constantes. Paradas repetidas, retrasos, una sensación de inseguridad que fue creciendo con el paso de las horas.
Según relata, su nieta alcanzó a comunicarse con su madre para expresar su incomodidad. No era un simple malestar, era miedo. “Le dijo que estaban aburridos con ese transporte, que no se sentían tranquilos”, recuerda Óscar, mientras intenta ordenar los recuerdos de una conversación que hoy pesa como una despedida anticipada.
El vehículo cubría la ruta entre los departamentos de Sucre y Antioquia. Nunca llegó a su destino. En un tramo cercano al casco urbano del municipio de Remedios, rodó por un abismo de aproximadamente 40 metros, en un sector conocido como El Chispero. Allí, los sueños de varios jóvenes quedaron suspendidos en el tiempo.
Las versiones iniciales hablan de un posible microsueño del conductor, pero las autoridades han sido claras en señalar que la investigación apenas comienza. Nada está descartado. Las familias, mientras tanto, reclaman respuestas y piden que se esclarezca el verdadero estado mecánico del bus que transportaba a los estudiantes.
La empresa organizadora de la excursión, Seniors Fest, emitió un comunicado en el que aseguró haber activado líneas de apoyo emocional atendidas por profesionales en psicología. El documento fue firmado por su representante legal, Kevin Alexis Grajales, y señala que se busca acompañar humanamente a los familiares en medio del dolor.
Sin embargo, para quienes esperan afuera de Medicina Legal, las palabras aún no llenan los vacíos. La prioridad es otra: despedirse, cerrar el duelo, entender qué pasó. Cada minuto de espera se convierte en una prueba de resistencia emocional.
Valeria soñaba con ser odontóloga. Era aplicada, cercana a su familia y profundamente hogareña. “Era una niña muy de la casa”, dice su abuelo. Acompañaba a sus padres, compartía con sus abuelos, estaba siempre presente. Su ausencia, hoy, se siente en cada rincón del hogar.
En Bello, municipio donde estudiaban varios de los jóvenes fallecidos, la comunidad educativa se unió en una jornada de solidaridad. La sede del Liceo Antioqueño amaneció cubierta de flores, velas y mensajes de despedida. Fue un acto silencioso, cargado de respeto y tristeza.
Allí, compañeros, profesores y vecinos rindieron homenaje a los 16 egresados que perdieron la vida en el accidente. Las aulas que durante años los recibieron podrían convertirse, en los próximos días, en el escenario de una despedida colectiva, cuando las autoridades forenses entreguen los cuerpos a las familias.

Los restos de Valeria y de sus compañeros fueron trasladados desde Remedios hasta Medellín en un helicóptero de la Policía. Mientras tanto, algunos sobrevivientes continúan bajo observación médica en centros asistenciales como el Hospital San Vicente Fundación y la Clínica Las Américas.
Óscar Gutiérrez seguirá esperando. No se irá hasta tener a Valeria entre sus brazos, aunque sea por última vez. Para él, ese momento no será solo una despedida. Será la forma de cumplirle una promesa silenciosa: cuidarla hasta el final.