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Suspensión corporal: ¿liberación a través del dolor?

Se puede suspender desde cualquier parte del cuerpo, incluso de las nalgas y los genitales.

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Actualizado:
Jueves, Noviembre 29, 2018 - 13:53
Suspensión
Foto: Inaldo Pérez

Alejandro cierra los ojos y respira profundo. Se mete una menta en la boca para distraer el dolor y pide que pongan punk, los sonidos sucios y distorsionados lo ayudan a relajarse. A su vez, 'Stuar' le pellizca la espalda tratando de separar la piel del músculo. Los tirones deben ser fuertes, es necesario crear el espacio suficiente para que dos ganchos le atraviesen la piel para poderlo suspender.

Con un marcador se señalan los puntos por donde entrará una aguja pequeña y gruesa que romperá y dará lugar a los ganchos. Hilos de sangre hacen delgados caminos en la espalda de Alejandro, que demuestra su dolor con un apretón de dientes. 

Suspensión con ganchos
Foto: Inaldo Pérez

Aunque la suspensión corporal, que hace parte del conjunto de modificaciones del cuerpo, puede ser percibida por cierta parte de la sociedad como una tortura digna de una escena de película de terror; para otras simplemente significa gozo, júbilo, placer y/o la satisfacción de poner a prueba sus límites y atravesar el más alto umbral de dolor posible para poder decir "lo hice, sí pude". 

Es el caso de Alejandro Forero; esta es la tercera vez que se suspende; pero es la segunda que lo hace con 'Stuar'; un modificador corporal, tatuador de Subterránea Tattoo, cirujano plástico y arquitecto; mejor dicho, está más preparado que un Kumis. Su nombre es Sebastián, pero prefiere que lo llamen por su apodo. No es de muchas palabras; contesta de forma concreta y a veces lo hace únicamente acentuando o negando con la cabeza ante algunas preguntas.

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Lejos de la imagen de un típico cirujano plástico en su sala de operaciones, vestido con bata azul, gorro del mismo color y guantes blancos; 'Stuar' se va por el lado más rústico, se pone un delantal negro con bolsillos y correas de cuero, una gorra plana negra y guantes en el mismo tono. También se envuelve vinipel desde la muñeca hasta los codos y se dispone a organizar sus utensilios. 

"Para hacer esto toca estudiar. Conocer sobre medidas del cuerpo, soporte, altura... para saber qué tan profundo penetrar con el gancho. Tenemos que hacer cursos de anestesiología y primeros auxilios. La bioseguridad es lo más importante, tener todos los instrumentos esterilizados, aguas selladas, gasas limpias...", expresa el modificador en diálogo con La FM. 

 

Suspensión 3
Foto: Inaldo Pérez

"Es más fácil que se rompa el gancho a que se rasgue la piel" 

Son muy pocos los modificadores existentes en el país, según 'Stuar', en Bogotá apenas hay cuatro, y en el resto del país aproximadamente otros tres, repartidos entre Medellín, Cali y Bucaramanga. 

Aunque no ejerce como un cirujano plástico común y corriente, sus conocimientos de esta profesión los aplica para reconstruir lóbulos dañados por las expansiones, retirar queloides e instalar implantes subdérmicos, es decir, poner cachos y demás modificaciones por ese estilo. El otro lado de la estética. 

Dice que el peso máximo para suspender a una persona es de 90 kilos, y no precisamente por el temor a que se desagarre la piel y ocurra un accidente; sino porque curiosamente el gancho es el que podría romperse. "Es más fácil que se rompa el gancho a que se rasgue la piel, es demasiado resistente", dice. Tanto así, que hay personas que halan carros con ganchos incrustados en su espalda o incluso se suspenden a alturas considerables. 

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Alejandro ya está listo, soportó los pellizcos, la penetración de la aguja y los ganchos, que valga la aclaración, son de punta redonda para evitar cualquier daño mientras que se eleva, pero antes de esto 'Stuar' le pide que se deje ir hacia adelante y con la ayuda de un par de cuerdas lo sostiene; esto logra mayor elasticidad y por supuesto, una breve preparación de lo que se viene. De nuevo Alejandro cierra los ojos y aprieta los dientes, "siento la piel caliente", expresa. 

Es la primera vez que se suspende de la espalda, ya lo ha hecho antes del pecho y la mejilla. Se inició en la suspensión corporal gracias a un trabajo fotográfico para su universidad, quiso meterse en la piel de los animales cuando son pescados, marcados con hierro y enganchados para ser destripados posteriormente. "Lo hice para sentir en carne propia lo que siente un animal". 

Para ello, se dejó atravesar con un gancho el cachete izquierdo y se metió en una piscina para simular la imagen de un pescado; también se marcó la letra 'A' en la espalda mediante el 'branding' (quemadura de piel), un tipo de escarificación y por último, se elevó del pecho por medio de ganchos y ahí se quedó. 

Aquí, listo para su tercera experiencia trata de tener la mejor actitud, se ríe de los chistes de las personas que lo acompañan, de vez en cuando toma aire y lo deja salir por su boca, mientras que 'Stuar' le limpia los hilos de sangre que brotaron otra vez. 

Se puede suspender hasta de los glúteos y genitales 

El modificador explica que se puede suspender desde cualquier parte del cuerpo, incluso de las nalgas y los genitales. "No hay zonas prohibidas". Toda persona podría hacerlo desde que no sea menor de edad o tenga problemas graves de dermatitis. Ahora, si está ebrio o drogado no había mayor problema según 'Stuar', "pero mejor que no lo esté", comenta. 

Con la ayuda de un marco de madera y dos poleas 'Stuar' se dispone a suspender a Alejandro, "uno siempre va a sentir dolor, pero cuando estás en el aire ya no sientes más, el dolor se va porque ya aguantaste lo máximo que podías... Es la despegada del piso lo que realmente lo hace doloroso, sientes la tensión que te hala. Aún así me parece genial, más que placer es tener la satisfacción de que lo hice", comenta. 

La fuerza de la piel es increíblemente asombrosa, la impresión primaria al halar una cuerda que está aferrada a un gancho incrustado en la piel deja en la mente una imagen dolorosa, sangrienta y catastrófica. Uno no quisiera hacer presión, ni fuerza temiendo un desgarre y un final digno de una película de Tarantino. Sin embargo, la piel se mantiene firme, tensa y fuerte. 

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Empieza la suspensión. Es necesario que los ganchos a lado y lado de la espalda estén a la misma altura para evitar algún accidente o que no quede una zona más adolorida que otra. 

Las condiciones del lugar solo permitieron que Alejandro se elevara unos cuantos centímetros del suelo, otras personas se elevan mucho más alto y hacen piruetas, pero aún así, esto no le resta dolor y valentía. Bocabajo y con los dedos entrelazados, él sonríe, mientras lo menean de un lado al otro. "¿Para cuándo la próxima?" Pregunta extasiado producto de las sensaciones que acaba de tener. " Me gusta la capacidad de medirme a mí mismo", agrega. 

Por hacer este procedimiento Sebastián 'Stuar' cobra entre 200 y 400 mil pesos. La variación en el precio tiene que ver con la duración de la suspensión, la zona donde irían los ganchos y la estructura de la que se quiere colgar, que podría ser cualquiera. 

El sufrimiento para quienes lo vemos y la satisfacción para quienes lo sienten termina. Es hora de retirar los ganchos; dos puntos rojos quedan al lado y lado de la espalda y la zona alrededor queda completamente enrojecida. 'Stuar' empieza a aplanar la piel para sacar todo el aire, si éste queda adentro se puede generar un queloide. Nuevamente la zona se limpia y se desinfecta. La cicatriz, según Alejandro, no tardará en sanar y el dolor desaparecerá en unas semanas. 

Así se cierra este capítulo. Como diría el filósofo y escritor francés, el Marqués de Sade, "No existe una sensación más verdadera que el dolor. Su efecto es certero y fiable". 

Fuente:
Sistema Integrado Digital