Christian Byfield y el placer de renunciar al trabajo para darle la vuelta al mundo

Byfield es un instagramer colombiano que renunció a su trabajo y ahora conoce más de 70 países.

Publicado:
Actualizado:
Viernes, Julio 19, 2019 - 14:41
Christian Byfield, viajero de profesión.
Imagen tomada de la cuenta de Instagram Byfieldtravel.

Viajar por todo el mundo es el sueño de cualquiera. Tener la oportunidad de recorrer infinidad de paisajes, ver distintos amaneceres desde diferentes partes del globo y hacer amigos en todo el planeta es el anhelo de todo ser humano. 

Sin embargo, liberarse de los temores, dejar atrás el trabajo y las obligaciones, despedirse de la familia y dar el paso definitivo hacia lo desconocido no es nada fácil y los miedos pueden truncar el deseo de comerse el mundo. 

No obstante, el mundo ofrece historias de personas que retan lo establecido y viven de manera diferente. Este es el caso de Christian Byfield, “viajero y coleccionista de sonrisas”, que dedica todo su tiempo a viajar. 

 

 

Byfield dejó atrás su trabajo como analista y emprendió un viaje que aún no ha terminado. Desde que inició su recorrido por el mundo, ha conocido más de 70 países, vive de viajar y ahora es uno de los instagramers más reconocidos en materia de turismo. Este viajero tiene más de 260 mil seguidores en su cuenta de Instagram (@Byfieldtravel), alrededor de 3.115 publicaciones y día a día inspira a quien sepa de su historia de vida. 

En diálogo con La FM, Christian nos contó cómo fue el proceso para dejar su cómoda vida en Colombia, los miedos que superó para viajar alrededor del mundo y las claves para vivir de su nueva profesión: un viajero de tiempo completo. 

Escuche la primera parte de la entrevista con Christian Byfield: 

Christian Byfield

Cuéntenos un poco a cerca de su historia ¿Cómo es que pasó de ser un analista de banca a un viajero de tiempo completo?

Fue un proceso muy interesante. Estudié ingeniería industrial por presión social, por tener a mis papás contentos y, claramente, no era mi pasión. Sin embargo, era una carrera que daba un buen sueldo y aseguraba una vida exitosa. 

Entonces estudié ingeniería industrial con opción en biología, la biología para mí es lo más chévere del mundo y me gradúo y empiezo a trabajar en una banca de inversión y después paso a consultoría. Estoy cuatro años, ‘encorbatado’, haciendo cosas que no me gustaban ni cinco. Entonces me empecé a cuestionar muchas cosas sobre qué estaba haciendo con mi vida y llegué a un punto donde dije “o es apuntarle a mi felicidad o hacer maestrías y seguir con esta vida que no me gusta”. 

Obviamente, es un proceso de mucho temor, pero ahí es donde decidí empezar a hacer una vuelta al mundo y es donde todo empezó a fluir y a nacer. 

¿Cómo comenzó, qué pasó cuando tomó esta determinación?

El primer vuelo fue el 22 de diciembre de 2013, pero yo lo empecé a planear en 2012. Yo estaba en San Agustín, en una reunión de negocios en Neiva, y llegué todo ‘encorbatado’ a un hostal. Allí me dijo un gringo "¿usted qué hace ‘encorbatado’ acá?".

Nos pusimos a hablar y me contó que su mamá tenía una enfermedad terminal y eso me hizo abrir los ojos porque yo no estaba siguiendo mi sueño. Él me dijo que pensara muy bien qué estaba haciendo con mi vida porque uno no sabe en qué momento se acabe. 

Esas palabras me entraron y decidí que toda la plata que estaba ahorrando para mi maestría iba a ir para mi vuelta al mundo. Duré un año ahorrando como un loco, sin decirle a nadie, hasta el momento que compré el tiquete y arranqué. 

 

 

¿Qué tal difícil fue?

Fue muy difícil, yo apenas les conté a mis papás, mi mamá lloraba, me preguntaba cómo estaba tirando un trabajo ejemplar y exitoso a la caneca, que yo qué estaba pensando en la vida, que de qué iba a vivir; mi jefe me dijo que nunca nadie me iba a volver a contratar después de un año de no hacer nada.

Uno recibe muchos miedos, uno no solo tiene los propios, se infecta de los temores de los demás y eso es lo difícil. 

Si uno tiene algo en mente tiene que visualizarlo y tiene que ser súper persistente y tiene que confiar en lo que le está diciendo el corazón y saltar al vacío. En este momento, lo agradezco porque todo ha fluido de una manera increíble, pero en ese entonces yo no dormía, pensaba que me estaba tirando la vida. Me monté en ese avión y ha sido el viaje más triste en el que he empezado; me dio muy duro llegar a Etiopía, que fue mi primer destino. 

Yo les decía a mis papás que la embarré, que iba a ir a pedirle 'cacao' a mi jefe porque no podía dejar mi vida asegurada por un 'viajecito'. Afortunadamente, mi papá me dijo que no me apresurara, que le diera tiempo al tiempo y que me iba a ir muy bien. 

La crisis, efectivamente, fue pasando; fueron días muy duros emocionalmente, por las noches lloraba como un loco porque creía que me estaba tirando la vida, pero después empecé a sonreírle a la gente y ahí empezó mi colección de sonrisas y ese viaje terminó durando 25 meses. 

¿Cómo es ese proceso interior para tomar esta decisión? ¿Cómo deja de lado tantos miedos y prejuicios?

Confiando mucho en uno. Yo estaba viviendo una vida que no me hacía feliz, estaba súper 'enclosetado', tenía una vida llena de máscaras y el mismo cuerpo me decía que tenía que hacer algo o iba a explotar. Uno mismo se llama sus enfermedades y si uno está infeliz y siempre está pensando cosas negativas sí o sí le llega una enfermedad. Es confiar en lo que a uno le dice el corazón. 

Fue un dilema interno, estuvo en el tintero un año, pero cuando compré el tiquete ya no había vuelta atrás. Yo fui a hablar con el editor de una revista de viajes y le dije "quiero escribir para ustedes"; le escribí un artículo y él me dijo “qué pena pero usted no escribe bien”. Sin embargo, le empecé a escribir cada tres días durante dos años, hasta que el segundo año me dijo "ahora sí me gusta como escribe, bienvenido a la revista”. 

Ahí todo empezó a fluir de una manera maravillosa. Mi agenda, gracias a la vida, está muy apretada y son agendas con gorilas de espalda plateada, tiburones y camellos, no con gente ‘encorbatada’. 

¿Por qué hasta África?

Es mi continente favorito, cuando estaba en la universidad trabajé para una agencia de viajes que me pagaba con tiquetes aéreos, nunca me pagaron con plata y me decían bueno, “¿a dónde se quiere ir estas vacaciones?”, entonces tuve la oportunidad de conocer bastante y con tiempo, porque el problema de la época universitaria es que uno, por lo general, no tiene plata para los tiquetes, pero ya con eso el cuento era otro. Entonces me enamoré de África con mi corazón y dije “quiero empezar en Etiopía”. 

Curiosamente, la ruta que yo hice es muy similar a la ruta de los seres humanos, del Homo sapiens, que empieza a evolucionar en Etiopía y se empieza a meter por el medio oriente, en toda Europa, y esa fue mi ruta. 

Igual, agradezco en el alma que la ruta hubiera empezado en Etiopía porque eso significó que el viaje continuara. Si hubiera sido en Ecuador, seguramente estaría acá con mi corbata bien puesta.

¿Qué tan inseguro es hacer este tipo de viajes? ¿Cómo maneja el temor a lo desconocido?

Existen muchos estereotipos, Colombia era sinónimo de Pablo Escobar, guerrilla, secuestros y cocaína. Lo mismo pasa cuando uno está viajando y por culpa de los noticieros uno le tiene miedo a los extraños porque lastimosamente en Colombia solamente muestran la etapa negativa de los humanos, del bombazo, el asesinato, el secuestro; pero, de acuerdo a mi experiencia, ese es el 0.001 % de los humanos y el otro 99.99 % es gente buena onda que no le quiere hacer daño a nadie y quiere dar la mano. 

Uno con el tiempo empieza a confiar. En mi vuelta al mundo me quedé en más de 100 casas de gente que conocía a diario. Es bonito porque todo empieza con un tren en Marruecos, con una señora comiendo yogur, me sonríe y me ofrece un poco; ella no me va a intoxicar ni me va a atracar, entonces uno empieza a confiar. 

Yo creo mucho en la energía, uno siente si las intenciones de las otras personas son buenas o no. Gracias a la vida en esta vuelta al mundo no me pasó absolutamente nada. En Irán estuve un mes donde locales que conocía en un bus y me invitaban a dormir a su casa, en un restaurante y me invitaban a dormir a su hogar. 

Lo más bonito es que uno empieza a confiar en el ser humano, entonces ya no veo noticias ni leo periódicos porque eso contamina y hace que uno se vuelva desconfiado y temeroso.

¿Su vida ha estado en riesgo durante esta travesía?

No. Alguna vez tuve un pequeño problema en Egipto, llegué justo después de la revolución y estaba en el metro. Me puse a grabar porque el metro es súper caótico, peor que el Transmilenio de Bogotá, y en ese entonces estaban explotando muchas bombas; mucha gente empezó a decir "terrorista, terrorista" y empecé a sudar y pensé que me iban a linchar.

Me quitaron mi celular, empezaron a mirar qué fotos había tomado y eran puras fotos de turista, entonces me devolvieron el teléfono y quedé muy asustado. Se me acercó un señor de 55 años y me pidió perdón. Me dijo que Egipto lo que más necesitaba era turistas para mejorar la economía y me invitó a almorzar. Efectivamente, me fui con Mohammed a comer un plato típico y gracias a él me terminé quedando un mes más en Egipto, sino me hubiera ido. 

Lo importante es estar abierto a que a uno le pasen cosas bonitas, tratar de no escandalizarse y tomar las oportunidades que se atraviesan en la vida. 

Sin embargo, siempre serán más las cosas lindas. Una vez en Uganda paró un camionero súper sonriente, estuvimos ocho horas en su camión yendo hasta la frontera de Kenia y paramos a comprar unas mazorcas, que costaban 500 pesos colombianos las dos y yo le dije que lo invitaba. Él se negó y  me dijo “no, no, usted está echando dedo y no tiene dinero”. Esa es la calidez humana y existe en gran parte del mundo… volver a confiar en el ser humano es maravilloso.

Con mis redes, a veces cuando tengo que dormir en algunos sitios, pongo un post: "¿Quién me quiere hospedar en Lisboa?", me escribieron 15 personas y me quedé en la casa de una señora. Lo mismo en Nueva York, en Sidney, en París. Es súper bonito porque uno se quita esa barrera de que lo van a matar o a violar y por el otro lado recibe el lado más lindo de las personas. 

 

 

 

¿Viaja solo siempre?

No. Mi vuelta al mundo la hice 100% por placer, nunca pensé que pudiera vivir de esto. Después se convirtió en mi trabajo hace tres años, yo vivo gracias a las redes sociales, entonces tengo patrocinadores. Los países me contratan para ir a promocionarlos, las marcas me contratan para promocionar sus productos. El tema se vuelve un poco más profesional y un poco más responsable. Se trata obviamente de gozar, pero hay una responsabilidad detrás. 

Cuando me voy a bucear a la Polinesia francesa pues claramente están esperando que lleve mi dron, que lleve mis cámaras, que filme lo que vi y no simplemente que me ponga en una hamaca a tomar cócteles, porque claramente ese no es mi trabajo. 

Para aspectos de esa responsabilidad trato siempre de llevarme un asistente de cámara, normalmente me llevo a mi novio, o ahorita, como él está viviendo en Australia, me llevo a un amigo o a compañeros fotógrafos o invito a otros viajeros. 

Normalmente viajo con alguien que me apoya, pero mis viajes de placer me gusta hacerlos solo y conozco mucha gente viajando así. 

¿Cómo hace uno para convivir consigo mismo en un viaje tan largo?

Lo chévere es aprender a estar solo y que a uno le valga cinco estar solo. A mí antes pensar ir a cine solo me daba pánico y sentarme en un restaurante solo me daba temor, ir a un parque de diversiones solo era imposible y hoy en día lo hago. 

Es un proceso interesante porque uno empieza a pensar mucho. Yo viajé sin celular, sin internet, sin nada, eso hacía que tuviera mucho tiempo para pensar, para analizar y también cuando uno está cansado de estar solo, pues simplemente le habla al vecino y ya no está solo. Si uno va a un hotel cinco estrellas solo, pues no va a conocer a nadie, porque la gente que se queda allá no está en plan de conocer personas, pero si uno se va a un hostal en donde hay cuatro camarotes y ocho personas durmiendo en el mismo cuarto, todas las personas están vibrando en la misma sintonía que uno y ahí conoce personas a todo taco. 

Cuando uno quiere estar solo, está solo, pero cuando uno ya está chiflado de estar con uno mismo, llega al hostal e invita a otra persona a tomarse algo. 

 

 

¿Hubo muchos momentos de reflexión? 

Yo arranqué mi vuelta al mundo ‘eclosetadísimo’. Yo siempre salía con mujeres y tuve un proceso de ocho meses para entender mi realidad. Yo vengo de una familia un poco homofóbica, crecí con unas presiones que, gracias a estar solo, fue el momento de mirar para adentro y analizar por qué estaba actuando como estaba actuando y determinar a qué le tenía miedo. Sin embargo, gracias a ese proceso tuve "las que sabemos" para salir del clóset y contarle a mi familia que soy gay.

Tenía mil miedos, pero gracias al proceso de introspección, de aceptarme a mí mismo y de dejar de ocultar cosas me quité esas máscaras y todo comenzó a fluir. Le agradezco mucho a la vida el hecho de haber estado solo y de haber pasado por este proceso. 

¿Qué países conoce? 

He estado en más de 70 países, pero no se trata de 'chulear' países. A mí me gusta meterme al país y conocer su cultura. Me gusta socializar con la gente, entender de religiones, de pensamientos y de creencias.

Hay que tener en cuenta que cada vez el mundo se está volviendo más turístico por lo que toca empezar a viajar pronto porque el mundo se va a volver más parecido y todos se van a vestir igual, comiendo igual y hablando en inglés. 

A continuación, la segunda parte de la entrevista con Christian Byfield: 

Christian Byfield

¿A qué lugar del mundo tiene que volver?

A varios. A Fiyi, a la Polinesia francesa, a Botsuana, a Providencia (en Colombia); hay muchos. Yo creo que no hay ningún destino al que no volvería.  

¿A cuál preferiría no hacerlo?

La polución en China me dio muy duro, siempre que veo un letrero de ‘Made in China’ pienso en los pulmones de los chinos porque realmente es complicado, eso me bajó el ánimo. Sin embargo, China tiene una parte natural espectacular donde viven los pandas, aguas puras, aire puro, pero en las ciudades donde están las fábricas la contaminación es muy complicada y eso me dio muy duro. No es que no volvería, pero no estaría dentro de mi top de destinos para volver. 

¿Tuvo que trabajar en su primera vuelta al mundo o con sus ahorros le alcanzó? 

Con mis ahorros me alcanzó, ya cuando estaba acabando mi viaje, ya no tenía un peso y ahí fue donde Avianca me empezó a pagar mensualmente por mis artículos. Siempre todo se va alineando, esa es la importancia de la visualización. 

Es el tema de meterle buena energía, dicen que uno es como un imán que atrae todo lo que está pensando y gracias a la vida sí.

Yo organizaba viajes, con eso me cuadraba un par de meses, entonces me llamaban mis amigos para que les organizara un viaje a África y eso me ayudó a cuadrar caja antes de empezar a escribir los artículos. 

¿Qué decir de Colombia?

Es mi país favorito del mundo. Colombia tiene una diversidad absoluta, gracias a la vida he estado en 30 de los 32 departamentos. Llevo trabajando con Parques Nacionales tres años y tengo que ver los sitios más lindos de Colombia, que van desde Malpelo, en el Pacífico, hasta Leticia, el Vichada, Providencia y San Andrés. 

Colombia tiene una variedad gastronómica y de sonrisas increíble e idiomas 'a todo taco'. Esa riqueza es algo que tenemos que valorar. 

 

 

¿Qué decirle a quienes piensan que para hacer un gran viaje se tienen que ir del país?

Colombia está lleno de destinos mágicos y lo chévere es que si queremos nieve, tenemos nuestros parques nacionales; si queremos un mar espectacular, tenemos a Providencia; si queremos ver tiburones martillo, tenemos a Malpelo; si queremos estar rodeados de una bola de sardinas, tenemos el Chocó. Tenemos el Amazonas, el Guainía, el desierto en La Guajira, comida rica en Bucaramanga; hay una diversidad increíble y todavía hay sitios que están muy vírgenes para enamorarse. 

 

 

¿Cómo fue la transición para ser un instagramer reconocido en el medio turístico?

Todo empezó hace cinco años. Ese era un mercado nuevo en Colombia, no existía un instagramer de viajes. En mi vuelta al mundo conocí a una persona que tenía 70 mil seguidores y lo empezaron a llamar de oficinas de turismo y yo pensé que allí había un potencial muy chévere. 

A mí me gusta grabar y editar y dije que este sería mi trabajo soñado. Empecé juicioso escribiendo, haciendo historias. En la revista de Avianca empecé a crecer y me empezaron a recomendar. 

Ahí empecé a trabajar para RCN para un trabajo que se llama 'Se le tiene' y yo era el experto en viajes. Lentamente empecé a crecer y las marcas empezaron a aparecer, entonces hice un proyecto con Procolombia que se llamaba 'Colombia Realismo Mágico, por Christian Byfield' y ahí empecé a meterle toda la ficha y dedicación a Instagram y ya llevo tres años en los que mi trabajo de tiempo completo es este y la verdad no me cambio por nadie, amo con mi corazón este trabajo. 

¡Se puede vivir muy bien viajando!

¿Qué es lo negativo de su trabajo como viajero?

Hay mucho cansancio por tantos aviones, el año pasado estuve en 112, para el cuerpo es agotador y hay muchos momentos de familia y amigos que uno se termina perdiendo. Eso es lo único negativo, de resto todo es positivo. 

¿Qué se siente marcar la vida de los demás?

Es mi mayor satisfacción, más que poder viajar y ganar plata, es cambiar vidas. Hay mucha gente que ve en mí un espejo y siente un empujón para apostarle a los sueños. 

Tenemos el tiempo contado. Pequeños cambios, así sean laborales o incluso sea salir del clóset, para mí eso es lo que más me llena.