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Elecciones en Venezuela: ¿qué puede hacer la oposición?

En medio de un crisis que se agrava día por día, el gobierno decidió anticipar las presidenciales pero con seis mecanismos que le aseguran el triunfo. La oposición llega desorganizada, pero con cierto margen de maniobra. ¿Qué sigue?

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Actualizado:
Martes, Enero 30, 2018 - 08:01
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AFP

Dictadura sin tapujos

La Asamblea Nacional Constituyente (ANC) adelantó para antes del 30 de abril las elecciones presidenciales que habitualmente se celebraban en diciembre.

Y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) declaró inválida la tarjeta de la coalición opositora, alegando que sus candidatos habían incurrido en doble militancia (la de su partido y la de la coalición).

En menos de una semana, el chavismo demostró que hará lo necesario para mantenerse en el poder, sin intentar ni siquiera fingir que el proceso será competitivo, ni mucho menos democrático.

Para mantener la farsa de la democracia sin exponerse a perder el poder, el gobierno de Maduro se está valiendo de seis instrumentos principales.

1. Ganadores sujetos a la Constituyente.

Las elecciones que han sido convocadas para antes de abril reviven el proceso de “elección” de gobernadores y alcaldes el año pasado.

La posesión del candidato ganador está condicionada a que reconozca la legitimidad de la ANC, y esta tiene la facultad de nombrar “protectores” que en efecto asumen las funciones del cargo, los recursos y todos los espacios de poder. Así que si el ganador no es gobiernista sencillamente no podrá gobernar.

2. Elección sin garantías.

El control del TSJ y del Consejo Nacional Electoral (CNE) le garantiza al chavismo que las “elecciones” se realizarán en los términos más convenientes para obtener un resultado favorable.

Si perdiera las elecciones, el chavismo puede crear algún tipo de junta de gobierno para arrogarse todo el poder.

Desde los años de Chávez son comunes el control oficial de las comunicaciones, el uso de recursos públicos y de todo el aparato del Estado, así como las arbitrariedades del aparato judicial y electoral para impedir la inscripción o elección de los opositores.

3. Votantes en el exterior.

Se estima que hay cuatro millones de venezolanos en el exterior, alrededor de 550.000 de ellos en Colombia, pero la gran mayoría tiene problemas para participar en las elecciones.

El gobierno limita los servicios consulares y le da a la migración un carácter ilegal para impedir el voto de un número muy grande de ciudadanos que en su inmensa mayoría se identifican con la oposición.

4. “Carnet de la Patria” y “Puntos Rojos”.

Durante los últimos años el oficialismo ha venido utilizando un instrumento de clientelismo extorsivo, que al principio le sirvió para amarrar el voto de los beneficiarios de los paquetes de ayuda social, y que hoy es condición para poder votar. El Carnet de la Patria es el documento de identidad del ciudadano y al mismo tiempo es la tarjeta que permite acceder a diversos servicios o subsidios necesarios para la supervivencia.

Con los puestos de registro para las elecciones —los “Puntos Rojos”—, el gobierno ha logrado convencer al pueblo de que lo controla todo. Antes o después de ejercer su derecho al voto, el ciudadano debe pasar por un punto para registrase y aquellos que no lo hacen pierden el derecho a que les vendan los medicamentos o productos que necesitan.

5. Persecución de líderes de oposición o disidencia

Leopoldo López, Henrique Capriles y María Corina Machado, precandidatos presidenciales contra Chávez en 2012, están inhabilitados. Antonio Ledezma se encuentra en el exilio, y los nuevos líderes son puestos presos o tienen que buscar asilo, como Fredy Guevara.

Inclusive los disidentes del chavismo, como Luisa Ortega (Fiscal General de 2007 a 2017) o Rafael Ramírez (ministro de Petróleo y Minería de 2002 a 2014, y presidente de PDVSA de 2004 a 2014) son expulsados para evitar la competencia dentro del régimen.

Todo protagonismo opositor o disidente es perseguido. Solo se permiten los “independientes” tan impopulares en sus propias filas que no representan una amenaza para la continuidad, como los derrotados Manuel Rosales y Henri Falcón o quizá Henry Ramos Allup.

5. El Plan B, otro fraude

El chavismo está preparado para la pérdida eventual de las presidenciales, como ya le ocurrió con la elección de los miembros de la Asamblea Nacional en 2015.

El adelanto de las elecciones significa que el presidente electo antes del 30 de abril espere hasta el próximo 10 de enero para posesionarse. En el caso de que gane un candidato no chavista, estos ocho meses son un tiempo más que suficiente para que la ANC despeje de poderes a la Presidencia y convertir al sucesor de Maduro en una figura ornamental.

Las sanciones y la presión internacional han dotado a la oposición de herramientas para la negociación. Esto fue exactamente lo que hizo el chavismo con los gobernadores y los alcaldes al crearles la figura de los protectores, o lo que hizo con la Asamblea Nacional que se quedó sin funciones al existir una Constituyente.

Y si el chavismo pierde las próximas elecciones, esta misma Asamblea podría crear algún tipo de consejo, junta de gobierno u otra instancia del estilo que utilizan las dictaduras para monopolizar el poder.

¿Qué puede hacer la oposición?

En condiciones democráticas mínimas, el chavismo sería derrotado. Con un CNE imparcial, un calendario electoral claro, con tiempos para hacer campaña y elecciones primarias, y con el adecuado acompañamiento de observadores internacionales, no hay duda alguna de que el gobierno de Maduro perdería las elecciones.

Pero Venezuela ya no es una democracia. En un escenario tan sombrío, la oposición tiene dos alternativas: seguir negociando en Santo Domingo, o presentar un candidato a unas elecciones que se saben fraudulentas. ¿Qué hacer?

Venezuela atraviesa la peor situación de su historia. No solo hay un retroceso económico, sanitario, educativo y de seguridad. Estamos ante un proceso generalizado de involución que les robó hasta el orgullo a los venezolanos.

Retornar a la democracia y empezar a solucionar los problemas de la sociedad es un proceso que será largo, difícil e impopular. Pero aun así la oposición no logra derrotar al régimen y es evidente su desconexión con las bases populares.

Durante los últimos diez años la estrategia para salir del chavismo ha sido electoral. La Mesa de Unidad Democrática (MUD) congregó diferentes sectores y fue ganando un número importante de votos.

Pero el año pasado el gobierno le quitó el sentido democrático al proceso electoral, y de esta manera dejó sin base a la estrategia opositora.

El rayo de luz podría provenir de la comunidad internacional, que empezó a arrinconar a las cabezas del régimen. Las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea, las declaraciones del Grupo de Lima y la negativa a reconocer la ANC han empezado a socavar al chavismo. Varios líderes mundiales han anunciado medidas más fuertes contra el régimen e incluso algunos han propuesto hacer extensivas las sanciones a las familias y círculos cercanos de los chavistas.

Esta presión internacional le ha dado algo mejores herramientas a la oposición para que siga negociando. Y por eso es conveniente mantener las conversaciones en Santo Domingo.

Aunque el gobierno ha utilizado las negociaciones anteriores para ganar tiempo, en esta oportunidad podría ser posible estimular y aprovechar las tensiones internas que cada día son más grandes dentro del chavismo, por los costos crecientes de seguir siendo parte del régimen. Algunos sectores involucrados en corrupción, pero no en las tramas delincuenciales, pueden ver una oportunidad para tramitar su salida.

Pero aun si se mantienen las negociaciones, no hay que olvidar que el objetivo de participar en las elecciones sería lograr la victoria para formar un gobierno que permita el retorno a la democracia y empiece a solucionar los problemas de la población. Un proceso que por supuesto sería largo, difícil e impopular.

Entretanto, la oposición podría presentarse a las presidenciales con un outsider como Lorenzo Mendoza para hacer más ostensible la farsa electoral del chavismo.

Quizás es tiempo de que las fuerzas de oposición elijan un “gobierno en la sombra”, con ministros y directores de las distintas instituciones del Estado para iniciar el trabajo de diagnóstico y diseño de la reconstrucción de Venezuela.

*Investigador del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, Director de “Esto no es una frontera, esto es un río” de @urosarioradio: https://www.spreaker.com/show/esto-no-es-una-frontera-esto-es-un-rio @ronalfrodriguez y Presidente de la Fundación Surcontinente.

Análisis publicado por Ronal F. Rodríguez en Razón Pública

Con información de Ronal F. Rodríguez / Razón Pública