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Noruega plasma en la Berlinale el trauma colectivo del neofacista Breivik

Noruega impactó hoy en la Berlinale con "Utøya", un filme rodado en una sola toma y surgido del trauma colectivo dejado por el ultraderechista Anders Breivik tras los 72 minutos que duró su matanza en un campamento juvenil de una idílica isla vecina a Oslo.

Actualizado:
Lunes, Febrero 19, 2018 - 09:34
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AFP

"Lo ocurrido ese 22 de julio no puede transmitirse en palabras. Tenemos el rostro de Kaja para vivir la angustia, el miedo, el desconcierto de quienes murieron o sobrevivieron a la tragedia", explicó su director, Erik Poppe, sobre una película incluida en el último momento entre las 19 aspirantes al Oso.

Kaja, interpretado por la jovencísima Andrea Berntzen, es la muchacha a la que sigue la cámara de Poppe en todo el filme desde una primera llamada de su madre, a las 17:06 de la tarde, reproduciendo en tiempo real lo vivido ese día de verano de 2011.

"No te preocupes, estamos en la isla más segura del mundo", le responde Kaja, mientras desde Oslo llegan las primeras informaciones del atentado con bomba perpetrado en el barrio gubernamental, apenas dos horas antes.

El espectador sabe que la explosión de Oslo, donde murieron 8 personas, fue el primero de los dos atentados perpetrados por Breivik, un fundamentalista neofascista, que del barrio gubernamental se trasladó a Utøya para matar a sangre fría a 69 personas, en su mayoría adolescentes o hasta niños.

La siguiente escena muestra a Kaja riñiendo a su hermana menor, Emille, en una tienda de campaña envuelta en el caos; poco después empiezan a escucharse algunos disparos, que primero se interpretan como fuegos artificiales o algún tipo de entrenamiento.

Ninguno de los muchachos y muchachas con que se topa Kaja sabrá en todo el filme quién es su atacante. La cámara apenas mostrará un par de veces a una sombra, la única que no trata de esconderse ni corre, ya que es el asesino, mientras uno de esos adolescentes que se lo topó explica que quien dispara "es la policía".

Breivik actuó solo, sabe el espectador de hoy, y efectivamente llevaba un uniforme policial. Los muchachos y muchachas que huyen despavoridos por el bosque o entre el lodo que rodea el lago no logran entender por qué nadie acude en su auxilio.

Solo tienen de su lado su instinto de superviviente o el azar, que hará que estén o no en el punto de mira de Breivik.

"Es un proyecto colectivo en el que he contado con los testimonios de tres supervivientes de la tragedia. Opté por la ficción, no por reproducir un caso concreto, por razones de ética. Para Noruega es un trauma nacional. Pienso que es mejor que nadie vea ahí a su hijo o hija, a su novio o amigo", explicó Poppe.

El realizador ofreció su conferencia de prensa acompañado de su actriz protagonista, de 19 años, y de otros de los actores, profesionales o no, que interpretan a otros adolescentes, así como los tres supervivientes de la tragedia.

Todos ellos compartieron el aplauso de los medios, para una película que, como insistió Poppe, surgió como proyecto de un país traumatizado por la existencia de un monstruo surgido de modelo de sociedad con altísimos niveles de bienestar y que se creía perfecta.

La crítica a la gestión policial -que se demoró hasta lo inexplicable, como reconstruyó luego una comisión investigadora- queda plasmada con las últimas víctimas que habrían salvado sus vidas si las fuerzas de seguridad hubieran llegado antes.

"Ni una sociedad avanzada como la nuestra está a salvo de los monstruos que genera. La ultraderecha avanza en Europa en forma de lobos solitarios o de partido. El Estado o sus fuerzas están obligados a protegernos como es debido", apuntó Poppe.

Al total de 77 víctimas mortales del doble atentado se sumaron unos 300 heridos y muchos de ellos siguen precisando ayuda psicológica, recuerda el epílogo del film.

Noruega dejó en la Berlinale el rostro de la joven actriz como vehículo transmisor de una tragedia narrada sin concesiones.

El otro rostro de la jornada a competición fue el de Marie Bäumer, la actriz que da vida a Romy Schneider en el filme "3 Tage in Quiberon" ("3 Days in Quiberon"), dirigido por la alemana Emily Atef.

Se trata de una recreación de los tres días pasados por la actriz austríaca con una amiga y dos reporteros en un hotel, en 1981, teóricamente para sanearse anímica y físicamente.

Es un retrato que busca la plena identificación, incluso física, con una Romy a la que se presenta como un ser bipolar, que va de la depresión a bailar en un bar entre copas de "Moet Chandon" con esos periodistas -nada escrupulosos- o un perfecto desconocido.

Con información de EFE