Breadcrumb node

Murió Ana Cecilia Niño, la mujer que luchó contra el Gobierno para que se prohibiera el uso del asbesto

"Continuaré luchando para que se prohíba el uso del asbesto en Colombia", dijo su esposo, Daniel Pineda, tras conocerse la noticia.

Publicado:
Actualizado:
Lunes, Abril 3, 2017 - 10:54
anacecilianinoyesposo2.jpg
Suministrada a LA FM

[caption id="attachment_23391" align="alignnone" width="1280"] Su esposo difundió esta imagen tras conocerse la noticia.[/caption]

Tras la muerte de Ana Cecilia Niño, la mujer que batalló contra el Estado para que se prohibiera el uso del asbesto en el país, su esposo, el físico Daniel José Pineda González, aseguró a LA FM y RCN Radio que seguirá en la lucha para que se prohíba el uso de esta sustancia química en Colombia.

"Voy a continuar con la lucha para que se prohíba el asbesto; intentaré hacer lo que esté en mis manos", sostuvo.

Según Pineda, los proyectos de Ley se cayeron por el lobby que hicieron en el Congreso de la República las empresas que usan asbesto.

"Mi esposa vivió 17 años cerca a una fabrica que trabajaba con asbesto y que acabó con su vida. La única forma de proteger a las personas de este tipo de cáncer es que se prohíba el uso del asbesto, acá en Colombia nos falta regulación en esta materia", señaló.

"Sí es posible luchar por construir sin tóxicos que nos contaminen, sí es posible sonreír aun en las más fuertes tempestades, sí es posible ser feliz aun con una enfermedad como el cáncer mesotelioma", concluyó.

Cabe recordar que Ana Cecilia Niño libró una batalla jurídica con la Nación para lograr que prohibieran el uso del asbesto a nivel industrial, por las implicaciones que este tiene para la salud.

En su momento, Ana Niño y su familia manifestaron ser víctimas del asbesto; por eso demandaron al Estado colombiano ante la CIDH.

Los reclamantes argumentaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que hay omisión por parte del Gobierno colombiano para prohibir la sustancia que al parecer causa cáncer de mesotelioma y está prohibida en más de 100 países.

En Colombia, el pasado 8 de junio de 2016, el Congreso de la República hundió el proyecto de ley que pretendía prohibir la producción y comercialización de este mineral. Sin embargo, desde marzo de 2015 el abogado Camilo Araque radicó ante el ente internacional la demanda en la que expone el caso de su apoderada.

En Sibaté cuesta respirar a causa del asbesto (ARCHIVO LA FM 2016)

No han pasado ni las primeras cinco horas del día, pero Ana Niño siente que no puede más. Quizá es la décima vez que visita ese rincón de su casa, el cuarto de baño en el que no sólo devuelve cada bocado de comida, sino que también llegan a su mente los recuerdos de la niñez en Sibaté, donde creció junto a la fábrica Eternit que marcó su vida. En ese instante llega Daniel Pineda, el hombre con quien decidió casarse hace un par de años, para ayudarla ahora que no puede controlar su cuerpo. La carga en sus brazos, mientras Ana le dice una y otra vez: "déjame, déjame, ya no te sirvo ni como mujer, vete a otro lugar, esto no lo mereces".

El día anterior Ana estuvo en la quimioterapia número 15, el cáncer de mesotelioma le destruyó el pulmón izquierdo, según varios especialistas porque durante años respiró uno de los principales componentes de las tejas, el asbesto, al igual que cientos de personas que crecieron en ese municipio ubicado a 27 kilometros al sur de Bogotá.

En el último Plan de Ordenamiento Territorial de Sibaté se registran las enfermedades respiratorias agudas y los espasmos musculares (dolores de espalda y pecho) como las primeras seis causas de morbilidad en personas entre los 45 y 59 años de edad.

Mientras se habla de la importancia de que el crecimiento de la industria sea acorde a la necesidad del ser humano de vivir en un espacio libre de contaminación, muchos de los que han vivido en Sibaté las últimas tres décadas están sufriendo de cáncer a causa del asbesto, uno de los componentes con los que se fabrican tejas, tanques de agua, tuberías, entre otros elementos; a pesar de las alarmas de los científicos, esta situación se debe a que las empresas prefieren ser rentables. Salud a cambio de empleo o "calidad de vida".

Ana pasó los primeros 17 años de su vida en el barrio Pablo Neruda de Sibaté, un sector de invasión que está ubicado junto a la laguna del Muña, la misma que se muestra imponente con el fétido olor que perciben quienes de Soacha se dirigen a Fusagasugá (Cundinamarca).

Aún recuerda cuando llegaban los camiones de Eternit cargados de escombros para donarlos a las familias que tenían ranchos en madera, tela y plástico. Para esa época no había acueducto y con tubos fabricados en asbesto se solucionó el problema, los recortes de tejas no sólo servían para el techo de las viviendas sino que además con eso se rellenaba el piso. Ella recuerda las jornadas de aseo con sus hermanos, mientras barrían salía un polvo blanco que a veces también caía del techo y lo confundían con nieve que los distraía de sus quehaceres. Hoy sabe que era fibra de asbesto con lo que jugaba.

El asbesto es una mezcla de minerales que se agrupan en fibras y tienen la particularidad de separarse en delgados hilos resistentes al calor y a diferentes sustancias químicas. No funciona como conductor de electricidad, por lo cual resulta ser un material atractivo para los industriales, sin contar que es mucho más económico que otros elementos similares a este.

La polémica fibra está compuesta por silicio y oxígeno y se divide en dos grupos, los anfíboles y los crisotilos, estos materiales han sido centro de debate mundial desde el siglo XX. En 1991 el Banco Mundial definió como política el no financiar la fabricación de productos que contengan asbesto. La sustancia está prohibida por el Convenio de Róterdam, el cual está firmado por más de cien países, que protagonizaron discusiones fuertes sobre el tema, pues era necesario poner en la balanza los favores comerciales y financieros con los ambientales y sanitarios.

Países como Estados Unidos, España, Argentina, Brasil, Australia, Francia, Holanda, Suiza, Portugal, Chile, entre otros, llevan décadas sin utilizar el asbesto y el Gobierno colombiano solo en 2011 mediante la resolución 007 del Ministerio de Salud reguló el uso del asbesto crisotilo para evitar complicaciones de enfermedades laborales, pero para el científico de la facultad de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de los Andes, Juan Pablo Ramos, quien ha adelantado investigaciones relacionadas con las afectaciones de la sustancia, eso no es suficiente.

Ramos señala que la resolución se queda corta en su alcance para poder proteger a las personas adecuadamente frente a todos los riesgos que representa, pues tras varios estudios que ha realizado con apoyo científico internacional, el asbesto causa una enfermedad llamada asbestosis, la cual ocasiona cáncer en el pulmón, la laringe y los ovarios. Es el promotor específicamente de un cáncer que afecta la capa que recubre el pulmón llamada pleura, la cual genera el cáncer de mesotelioma, el mismo que tiene a Ana Niño en los brazos de su esposo pidiendo que no luche más.

Daniel sólo le sonríe y sellando su compromiso con un beso le asegura - "así estés bajita de peso y te vea débil y delicada, sigues siendo la mujer más hermosa que he conocido. ¡Me encantas!, eres mi motor y el de Sofi".

Sofía Pineda Niño tiene tres años de edad, y sus padres se aseguran de mostrarle la realidad de las cosas, comparten al máximo con ella pero le dicen que algún día la mamá no volverá. El tiempo que estará sin ella será más largo que ese 2 de septiembre de 2014. Ese día después de fuertes dolores de espalda y de ser diagnosticada con espasmos musculares durante más de ocho meses asfixiándose con cada paso que daba, Ana logró por fin que los médicos la dejaran internada en el quinto piso del Hospital de Méredi. Luego de ocho días detectaron que el problema iba más allá pues había sufrido un derrame pleural y ya no tenía pulmón, pues este se había llenado de agua y luego desapareció.

El 10 de septiembre, cuando le habían dado de alta a su esposa, Daniel encontró en los documentos que autorizaban la salida que el diagnóstico era mesotelioma, sin la explicación de un médico. Por eso prefirió investigar por su cuenta de qué se trataba y encontró en un estudio de la Universidad de Duke, Universidad de Mississippi y la Universidad Médica de Carolina del Sur, en Estados Unidos que el doctor Harvey Pass, un reconocido cirujano torácico, había identificado que un análisis de sangre permitía detectar que las personas que padecían esta patología tenían antecedentes con la exposición del asbesto, algo que hasta el momento ni Ana ni Daniel lograban descifrar.

Una semana después, el cirujano torácico, Julio César Granada, quien es médico oncólogo especialista en vías respiratorias y lideró en la Fundación Santa Fe el primer trasplante doble de pulmones en Bogotá, recibió a Ana en su consultorio y la primera conversación que sostuvieron fue para ella extraña.

- ¿Hace cuánto vive en Bogotá?, le preguntaba insistentemente - 20 años, contestó Ana - ¿Y en qué lugar de la ciudad exactamente ha vivido? - Los últimos 10 años en Chapinero, desde que empecé mis estudios como comunicadora social y lo que llevo ejerciendo. Otro tanto en Bosa. - ¿En qué otras ciudades ha vivido? - Crecí en Sibaté, mi mamá era de escasos recursos y vivíamos en un rancho en el Pablo Neruda, uno de esos barrios de invasión.

El consultorio por segundos estuvo en silencio, y de un momento a otro la respuesta de Granada fue que el tipo de cáncer que ella tiene no es genético, es decir, no es hereditario sino que lo adquieren aquellas personas que viven o trabajan cerca de fábricas de tejas o minas de asbesto y que tarda en desarrollarse entre 10 y 15 años.

Granada vivió en Sibaté y un familiar lejano también tiene la misma enfermedad. Sabe lo agresiva que es, pues médicamente se ha determinado que en tan sólo un año puede llevar a la muerte al paciente. Las personas empiezan a fatigarse con tan sólo caminar dos cuadras, sienten espasmos musculares y tos continua. Luego se presenta un derrame de pleura, y el proceso comienza a complicarse, explica el doctor desde su escritorio.

En Sibate, la mortalidad por cáncer en vías respiratorias ha aumentado en un 40% durante los últimos 5 años. Los datos los ha recopilado debido a que hace brigadas de salud en dicho sector tratando de diagnosticar a tiempo, con consultas gratuitas, pero confiesa que en el municipio hay un subregistro pues, en las causas de muertes de muchos, los médicos prefieren declarar que el deceso se dio tras fuertes espasmos musculares, afectaciones respiratorias o cáncer de pulmón, pero no lo clasifican en asbestosis o cáncer de mesotelioma, lo cual esconde la realidad que afronta Sibaté.

Hoy en la orilla de la carretera que conduce a Sibaté aún se encuentran escombros de tejas y tubos que se desechan de la fábrica Eternit, cuenta don Jorge Santa Cruz quien vive en el barrio García. Dice que en el año 1986 montaron el alcantarillado provisional con tubos que reciclaban y también señala que, si bien esta empresa es una de las que más genera empleo en el sector, también ha cambiado el estilo de vida. Dice que ha visto morir de cáncer en un mismo mes a dos hermanos que trabajaban allí.

Héctor Saavedra era el esposo de Alfa Mery Becerra, quien perdió uno de sus pulmones, duró en tratamiento contra el cáncer tres años y finalmente murió. Otros habitantes del municipio confiesan sentir miedo porque incluso ahora quien pretenda abrir un hueco en el suelo de sus casas se va a encontrar que las bases están hechas de este material tan cuestionado.

Una vez Ana escuchó tantas historias del lugar donde creció y que eran tan parecidas a las de ella, decidió viajar, fue a buscar a la señora que la cuidaba de niña y se encontró con la noticia de que la hija de su nana había muerto hacía un par de años a causa de un cáncer de pulmón. El diagnostico: cáncer de mesotelioma. Hace una semana, Ana recibió una llamada en la que le contaban que un amigo que tenía de la juventud falleció por la misma causa.

Cuando Ana tiene una recaída como la de aquella mañana, en la que las quimioterapias quieren ocupar su espacio, se compromete a que va a luchar mientras pueda para que la industria priorice el bienestar del ser humano antes que el interés económico. Pero se ha encontrado con que los empresarios argumentan que desde hace tres décadas en Colombia no se utilizan los asbestos anfíboles sino el crisotilo, que, según ellos no genera afectaciones. El toxicólogo de la Universidad de Antioquia, Hugo Gallego, manifiesta lo contrario.

Gallego indica que cualquiera de los asbestos pueden romper los glóbulos rojos y eso hace que se presenten unos compuestos de asbesto con el hierro que empiezan a dañar las membranas de las células y no se sabe si es el asbesto o la mezcla de los metales, ya que esto tiene manganesio, berilio, canio, cromo, hierro, escanio, entre otros químicos que pueden afectar al organismo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido sobre el riesgo del uso de esta sustancia, atribuyéndole varias muertes, informando que la carga de las enfermedades relacionadas con el asbesto sigue aumentando. Según un estimado global entregado por la OMS, se calcula que al año pierden la vida no menos de noventa mil personas a causa de cáncer de pulmón, mesotelioma y asbestosis tras la exposición al asbesto por motivos profesionales.

Desde el Congreso de la República de Colombia se trabaja en un proyecto de ley que prohíbe el uso de la fibra. El 7 de octubre de 2015 se realizó el primer debate político. Los ministros de Trabajo, Luis Eduardo Garzón, y de Salud, Alejandro Gaviria, se mostraron de acuerdo con la iniciativa, pero este sería un proceso que podría tardar varios años.

En ese debate político estuvo Ana, fuerte, luchando no sólo por respirar sino también porque el día que le falte el aire pueda estar confiada de que la ley mostró interés en la realidad que afrontan muchos colombianos. Aquellos que durante años trabajaron con el asbesto, vivieron de él, pero que una década después el material empieza a cobrar factura. Daniel todavía la carga en sus brazos, una que otra vez, pero ahora disfrutan cada día desde el balcón de su apartamento en Bogotá los atardeceres que la hacen suspirar.